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lunes, 6 de diciembre de 2010

LOS OLVIDADOS DE SIEMPRE

Primer acto: paro en la salud. Los pobres pierden.
Segundo acto: paro en educación. Los pobres pierden.
Tercer acto: paro en el metro. Los pobres pierden.
La pobreza es una realidad. La pobreza es ruda y no discrimina edad ni sexo. La pobreza machaca con analfabetismo, drogadicción, alcoholismo, soledad o alguna enfermedad mental crónica. La pobreza es una patada en los genitales para los gobiernos, las grandes urbes, la riqueza, las modas y los arribistas denigrantes que piensan en signo peso y ambicionan que sus niños se casen con alguien de alta alcurnia. Estemos o no interesados, los pobres también habitan el mundo.
No hay persona que quiera vivir en la miseria y que sus hijos sean vendidos o “se pierdan” y aparezcan en la caja de las leches. Tampoco quieren ropa húmeda, zapatos rotos o camas de diario y cartón. No les gustaría sentir millares de moscas revolando sus limpias sienes. Nadie envidia olores nauseabundos paseándose por su nariz. Nadie pretende vender un riñón para pagar los costos de la enfermedad de un ser querido. Nadie codicia paredes, techo y piso del mismo color por donde se filtre la lluvia. A nadie le gustaría convivir con la falta de agua potable, luz o calefacción. A ninguno le gustaría buscar su comida en los basureros o estirar la mano por un plato frío. Sin embargo, algunos no tienen elección.
Muchas instituciones luchan contra la miseria. Algunas, piensan que con un interminable crucifijo dando a los pies del indigente dormido, todo está solucionado. La sociedad se abstrae en un manifiesto de crueldad al prójimo y la inocencia es caducada. Los seres más débiles y marchitables, se convierten en productos botados al basural de materiales desechables y ratas podridas.
Pero, ¿Cómo podemos paliar la pobreza? ¿Metiéndose la mano al bolsillo? ¿Compartiendo una ducha diaria? ¿Poniendo dos cucharas para el mismo plato? ¿Regalando perros para el cobijo de gente con frío?
No, no lo soporto, no lo puedo contener… Mientras voy a la cocina en mitad de la noche, abro el refrigerador y me sirvo un vaso de leche; el viejo de ojos vidriosos y mirada perdida, indaga en el fondo de su tarro tiznado y en su pasado que quizás nunca fue mejor. Arrastrando la tristeza de la desnutrición y la ceguera de de una sociedad indiferente hasta el hastío.
Durante el 2006 y el 2009, según la encuesta Casen, el nivel de pobreza en Chile aumentó de un 13, 7 % a un 15, 1 %. Osea, 355.095 chilenos que se sumaron a la población más vulnerable del país.

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