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miércoles, 25 de mayo de 2011

El trabajo Sucio

EL DIFÍCIL TRABAJO SUCIO

Por Julio Rivera

El pueblo judío ha sido constantemente atacado a través de la historia. Siempre generó anticuerpos -por varios motivos- en ciertos países, etnias, grupos religiosos, etcétera. La consecuencia de ello ha sido la no-aceptación y persecución en diversos grados hacia su gente, lo que provocó que adquieran rasgos nómades, entendiendo que no existe un “Estado Judío”.

Este devenir de su gente por Europa y el mundo se retrotrae a muchas razones. Una de ellas es la persecución antisemita de Hitler. Otra, por ejemplo, es el conflicto histórico entre árabes y judíos en Palestina, provocado por el profundo abismo religioso que existe entre ambas religiones y que hace imposible su convivencia, que culminó matanza judía de parte de los árabes, quienes alegaban que ellos (los judíos) estaban formando de manera paulatina y casi imperceptible un estado nacional judío, gracias al monopolio que fueron alcanzando en las industrias y tierras.

Pero la principal causa está fundada en su relación con el dinero. Para encontrar el origen, es necesario remontarse a los tiempos del paraíso, donde se planteó –según la interpretación judía- que la riqueza es un medio para servir a Dios. Y así fue como en su rol de prestamistas, adquirieron un eslabón fundamental dentro las capitales de la economía (Alejandría y Babilonia) en el siglo III a.C. Posteriormente, ese papel se consolida con la codificación hecha por los Rabinos sobre la labor económica judía, escrita en los libros fundamentales en el siglo IV d.C.

Con la aparición de la iglesia, la riqueza comenzó a ser sinónimo de poder, lo que tuvo como consecuencia que la economía se hiciera más dependiente aún de los préstamos, oficio que por cuestiones dogmáticas sólo efectuaban los judíos. Asimismo, esto constituyó un arma de doble filo, porque los judíos, bajo el detestable rol de cobradores de sus préstamos, se ganaron el odio de los deudores que a veces no podían pagar. Sin embargo, y pese a las diferencias posibles, poseían un rol primordial dentro de la economía, y a fin de cuentas no sólo lograron subsistir a las adversidades sino que también preservar sus rasgos étnicos.

A mí modo de ver, es completamente legítimo de parte del autor hacer una suerte de defensa del pueblo judío y su eterna relación con el dinero. Pero no comparto el “volador de luces” que utiliza, cuando concluye que el rol fundamental judío durante tres mil años fue el de ser nómades, porque me parece que esa característica no es más que la consecuencia de su oficio prestador en tiempos donde no existía la tecnología. Y si bien hoy los grandes conglomerados económicos más influyentes son protestantes, y la banca ya no es propiedad exclusivamente judía, es necesario dejar en claro que eso no los exime de tener un rol importante dentro del mercado, ni mucho menos de su relación existente hasta hoy con la acumulación de riquezas.

Por otra parte, sin ánimos de entrar a juzgar la religión judía, me parece que su relación con el dinero, que si bien puede ser en teoría justa o con fines loables, no evita barajar una posible corrosión de ésta con el pasar del tiempo. Por de pronto, me parece aceptable -mas no compartida- su idea fundamentada en valores dogmáticos, de que hay que abastecernos de dinero porque la forma de evitar la violencia. No obstante, la existencia de parámetros poco claros para esgrimir cuáles son las necesidades básicas y el punto máximo permitido en acumulación de riquezas, se transforma inevitablemente en foco de perturbación de los fines del poder. Asimismo, creo que su existencia no excluye el buscar una manera alternativa del servicio a lo divino, quizás más efectiva y menos manoseada que el dinero propiamente tal, que con el tiempo se ha transformado en un karma bastante pesado para el pueblo judío.

Sin perjuicio de lo anterior, comparto la idea del autor de que el pueblo judío no tiene de qué avergonzarse de su relación con la plata. Además, que en ciertos pasajes de la historia hayan tenido que hacer el “trabajo sucio” dentro del progreso y estabilidad económica, me parece que nunca fue razón suficiente –porque ella no existe- para su persecución y mucho menos ejecución.

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